Isla Fraser, en la costa este de Australia, es la isla de arena más grande del mundo y uno de los lugares favoritos de los mochileros. Tan pronto como llegué, escuché hablar de ella y decidí visitarla durante mi viaje por la costa este del país
Al llegar a Hervey Bay, contraté un paquete con una de las muchas agencias que ofrecen inolvidables viajes de aventura de 3 días en Fraser Island. A primera hora del día siguiente, nos recogerían por nuestro albergue (todo incluido en el precio), para navegar hasta esta la Isla Fraser increíblemente bella y que según muchos es una de las mayores atracciones de aventura de Australia. Pero primero, tenía que conocer a los compañeros que me acompañarían en esta aventura. Esa noche, en el albergue, nos presentamos unos a otros. Philip, un chico suizo, 2 holandesas Rika y Saskia, 2 inglesas Ann y Emma y yo misma (¡una sudafricana orgullosa de serlo!) Seis estraños compartiendo un 4×4 y 2 tiendas de campaña. Tras las presentaciones, el organizador del tour nos dio algunos consejos sobre la acampada y la conducción en la isla.
Para hacer la experiencia realmente inolvidable, teníamos que comprar las provisiones para los próximos días; así que con el fondo común y la lista de la compra nos fuimos los 6 a un supermercado a comprar la comida. Esta pequeña excursión nos sirvió para conocernos y decidir quién conduciría y qué nos gustaría ver en la isla. Tras la compra, teníamos que recoger nuestro 4×4, familiarizarnos con las normas de conducción, … empaquetar y a la aventura!
Al día siguiente condujimos hasta River Heads para coger el ferry que cruzaba a la isla. Cuando llegamos a la isla a ‘River Head Barge landing’, recogimos nuestro permiso de conducción, sacamos los mapas y decidimos que fuera Philip, el único chico del grupo, el que revisara la presión de las ruedas y condujera. Todos nos reímos cuando iniciamos nuestro camino por la senda de arena que se introducía en el bosque de palmeras y eucaliptos. Allá donde mirábamos sólo se veía arena. Íbamos dando botes en nuestros asientos mientras circulábamos por la pista de arena llena de baches que nos llevaba a la “Seventy Five Mile long beach”. Philip se lo pasó genial al volante, un par de volantazos, algún duro aterrizaje, y los gritos de las chicas cuando nos golpeábamos fuertemente en nuestros asientos.
Habíamos decidido previamente pasar la noche en la parte más alejada de la isla “Indian Head”, por lo que teníamos que cruzar la playa 2 horas antes de que subiera la marea. Tras perdernos un par de veces en el bosque, finalmente vimos la playa… y tendríamos el tiempo justo para cruzarla.
El ambiente en el grupo era fantástico y el escenario perfecto. Nos turnamos para conducir el todoterreno por la playa, algunos de nosotros no tendríamos la oportunidad de conducir por la playa de nuevo. En varias ocasiones nos reímos y asustamos cuando cruzamos riachuelos sin saber si quedaríamos atrapados en la arena mojada o si el riachuelo sería más profundo de lo que pensábamos. Nos mantuvimos alejados de las olas y pendientes de las avionetas. Sorprendentemente, la playa también servía de pista de aterrizaje; parecía que estábamos en un decorado de película. Era impresionante estar conduciendo en esta inmensa playa, con las olas a un lado, el bosque y las dunas de arena al otro, una interminable playa virgen de arena blanca por delante y viendo aterrizar una avioneta por el espejo retrovisor.
Pero el tiempo no estaba de nuestra parte, la marea subía rápidamente y todavía nos quedaban unos cuantos kilómetros que recorrer. Consideramos otras opciones para acampar, pero decidimos arriesgarnos y continuar. No está permitido acampar en cualquier parte de las dunas por los dingos. Nuestras colegas británicos estaban especialmente preocupadas por este tema porque unos meses antes un niño había muerto por el ataque de un dingo. Llegamos a la zona de acampada a tiempo. Finalmente, nos decidimos por un lugar bajo unos árboles, montamos las tiendas e hicimos fuego para cocinar justo antes de que anocheciera.
Hicimos la cena a la luz del fuego y no se cómo nos las apañamos para llenarlo todo de arena. Fue el primero de 4 días de comida muy “crujiente”. Desde nuestros platos, a los cubiertos o al pan, todo estaba cubierto de arena. Limpiamos todo antes de recogerlo, pero estábamos en una isla de arena, teníamos que haberlo imaginado…
Esa noche llovió a cántaros y nuestras tiendas calaron. No estábamos seguros si el aullido que oíamos sobre le ruido de fondo del mar era el viento o los dingos. Pensándolo ahora resulta divertido pensar lo asustadas que estábamos las chicas de tener que salir a hacer pipi por si nos atacaba un dingo. Nos escoltábamos las unas a las otras, buscando en la oscuridad los brillantes ojos de esos lobos que parecían perros. Enfocábamos nuestras linternas en todas las direcciones esperando no divisar un dingo entre los arbustos. Estábamos realmente aterrorizadas.
A la mañana siguiente, nos levantamos al amanecer para caminar hasta el punto más alto de Indian Head con la esperanza de avistar delfines y ballenas. El viento soplaba con fuerza y teníamos que tener cuidado de no acercarnos al borde del acantilado para evitar caernos. Después de un rato pudimos ver la cola de una ballena. Hicimos unas fotos y volvimos al campamento para recoger e iniciar la segunda etapa de nuestra aventura.
La marea estaba bajando y conducimos de vuelta por la playa; pasamos por las Champagne Pools, por los coloridos acantilados de arena de las “Catedrales” y un poco más lejos hicimos una parada en el naufragio del SS Maheno (un barco escocés que naufragó en 1935). Alarmantemente, Philip decidió que quería darse un baño. El océano aquí está infestado de tiburones y si hubiera sucedido algo, hubiera sido imposible conseguir ayuda. Fue difícil persuadirle de que no lo hiciera, pero al final todo fue bien y volvimos al 4×4 para adentrarnos hacia el interior de la isla.
Al sur del naufragio del Maheno, entramos en la Garganta del Arco iris de la Isla Fraser (Rainbow Gorge), con sus espectaculares arenas de colores. Rika nos contó la leyenda de estas arenas rosadas y como sobrevivían los indígenas que habitaban la isla desde el 300 DC.
Después de unos cuantos desvíos equivocados, encontramos la senda correcta hacia las dunas y nos adentramos en ella. Unos pocos metros y estábamos de nuevo en arena blanda completamente atascados. Era el momento de que Philip tomara el volante y nos sacara del atolladero mientras las demás empujábamos el 4×4, otra interesante lección sobre conducción de todoterrenos…
Paramos a comer en un paraje retirado en el lago Bowarrady. Teníamos el lugar para nosotros solos, un almuerzo privado en el paraíso. Era un placer estar bebiendo cerveza y comiendo sentados en las rocas al borde de este lago cristalino como un espejo con el sol brillando sobre nosotros. Una de las chicas inglesas se tendió a tomar el sol mientras el resto observábamos las tortugas en el agua y los pájaros volando de árbol a árbol.
Tras la comida seguimos la pista de arena hasta la gasolinera, intentando evitar los autobuses de turistas. Los senderos de la isla sólo permitían el paso de un vehículo al mismo tiempo y más de una vez nos toco dar marcha atrás hasta encontrar una zona en la que se ensanchaba el camino para ceder el paso a los vehículos que nos encontrábamos de bajada y tenían prioridad. Lo bueno de estas paradas era que nos permitían disfrutar de los gigantescos árboles del bosque, algunos de más de 1000 años.
La belleza natural de la flora y fauna de esta isla la han convertido en Patrimonio de la Humanidad especialmente por ser el mayor ecosistema de dunas costero y la isla de arena más grande del mundo. Además, la isla cuenta con una sorprendente variedad de paisajes: extensas playas, acantilados y barrancos con tonalidades de arena naranja, roja, amarilla y blanca, frondosos bosques tropicales, lagos de agua dulce, riachuelos, torrentes… La arena es la base de la isla, pero el agua es su fuerza vital, dando origen a sus vastas extensiones de bosques. Fraser Island tiene agua dulce en abundancia en sus muchos lagos y cristalinos riachuelos y torrentes que fluyen a través de los recónditos y frescos parajes del bosque tropical hasta atravesar las playas y morir en el inmenso océano.
Condujimos de vuelta hasta Eli Creek en el lado oriental de la isla. Este es el riachuelo más caudaloso que desemboca en el océano. Paramos un momento para ver a los martines pescadores revolotear en el arrollo. Después condujimos hasta detrás de las dunas y encontramos un sitio perfecto para acampar. Montamos las tiendas y nos sentamos en las dunas a disfrutar de la puesta de sol. Fue una velada encantadora, sentados en torno al fuego, compartiendo historias y contando chistes. De vez en cuando veíamos los brillantes ojos de los dingos observándonos entre los árboles, pero nos acurrucábamos los unos con los otros y seguíamos charlando y contemplando las estrellas.
Último dia en la Isla Fraser
Nos levantamos temprano para subir a lo alto de la duna a contemplar el amanecer de nuestro último día en la isla fraser. De vuelta en el campamento, vimos huellas en la arena, los dingos habían estado en nuestro campamento durante la noche. Disfrutamos nuestro desayuno arenoso, recogimos y nos dirigimos hacia el lago McKenzie. Recorrimos la calzada de madera que nos llevó hasta el paradisíaco lago de arena blanca y aguas limpias y transparentes.
Todos estábamos ansiosos de ir a nadar y reunirnos con los otros compañeros del albergue que también estaban en la isla. Era genial sentirse limpia, dejarse envolver por las cristalinas aguas que centelleaban bajo los rayos del sol.
Después de un día perfecto este lugar tan pintoresco, volvimos a River Heads Barge Landing. Mientras el ferry nos transportaba a tierra firme, meditamos sobre nuestros 3 días de aventura, la increíble belleza de la naturaleza, los parajes vírgenes y la tremenda importancia de preservar nuestros bosques y el patrimonio natural. De vuelta en Hervey Bay, devolvimos el 4×4 y regresamos al albergue enriquecidos por esta experiencia en un lugar inolvidable como la Isla Fraser.
Deja un comentario: